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¿Es suficiente el nuevo Reglamento europeo sobre finanzas sostenibles?

Banca Etica: «Un primer paso, pero muy tímido. Para reactivar la economía, proteger el planeta y favorecer la cohesión social hacen falta unas finanzas realmente éticas»

Un documento expositivo que señala siete puntos fuertes que diferencian las finanzas éticas de las finanzas sostenibles.

El 10 de marzo entra en vigor el primer reglamento europeo adoptado en el ámbito del ambicioso Plan de Acción de la UE por unas finanzas sostenibles. Europa busca responder a algunas cuestiones cada vez más cruciales dada la necesidad de proyectar un modelo económico que lleve al Viejo Continente a la otra orilla de la crisis que ha producido la pandemia. ¿Cómo se puede reconocer una actividad económica y financiera sostenible? ¿Qué características debe tener una inversión para poder definirse como realmente «verde»? ¿Y cómo defenderse de quien propone instrumentos financieros en los que el aspecto sostenible responde exclusivamente a la lógica del marketing?

Hoy aún no tenemos un estándar compartido sobre qué se entiende por «sostenibilidad» en las inversiones financieras, lo que permite que cada banco o gestor se dote de sus propias definiciones, que con frecuencia son débiles y hechas a la medida de sus necesidades. Europa está dando pasos para definir un marco regulador: la Agenda de Finanzas Sostenibles*. El plan de acción para las finanzas publicado en marzo de 2018 reconoce por un lado la insostenibilidad de buena parte del sistema financiero actual y, por otro, intenta intervenir para encuadrar y desarrollar una posible alternativa, incluyendo entre sus propios objetivos una reconducción de los flujos financieros públicos y privados hacia la sostenibilidad. El Reglamento 2088 de 2019, que entra en vigor el 10 de marzo de 2021, intenta dar una definición precisa de las inversiones sostenibles.

Las finanzas éticas y las finanzas sostenibles no son lo mismo

Las redes internacionales de finanzas éticas  (GABV- Alianza Global por una Banca con Valores y FEBEA-Federación Europea de Bancos Éticos y Alternativos) muestran gran interés por la nueva normativa europea y aprecian los esfuerzos de la UE, pero no pueden dejar de mostrar cierta perplejidad ante la controvertida decisión de la Comisión Europea de encargar el papel de asesor en finanzas sostenibles al coloso financiero BlackRock. De hecho, las finanzas éticas, tal y como las entienden y practican muchísimas instituciones financieras de Europa y a escala internacional, son muy distintas de las finanzas sostenibles que Europa está intentando regular. Estos son los siete puntos fuertes principales que es necesario destacar:

  • Maximización de beneficios económicos vs. maximización de beneficios para la colectividad – La primera diferencia entre los dos modelos reside en sus principios básicos. En la definición de finanzas sostenibles elaborada por la UE, la sostenibilidad es, en el mejor de los casos, un objetivo secundario al servicio de la maximización de beneficios para unos pocos, un factor competitivo que tener en cuenta para responder a la creciente demanda del mercado o un instrumento de marketing para reducir los riesgos para la reputación y dotarse de una imagen más limpia. El enfoque de las finanzas éticas es radicalmente distinto: busca la generación de beneficios económicos, pero en función del objetivo de maximizar los beneficios para las personas, la comunidad y el planeta. Es el paso del shareholders interest, es decir, de actuar en el interés exclusivo del accionariado, al stakeholders interest en su acepción más amplia, que consiste en actuar evaluando los impactos sobre todos los portadores de valor.
     
  • Especulación financiera vs. enfoque sobre la economía real – Las finanzas convencionales se caracterizan hoy por dinámicas que usan instrumentos especulativos y paraísos fiscales sin escrúpulo y por una creación continua de burbujas e inestabilidad; la inmensa mayoría de los derivados se emplean como puras apuestas especulativas, las operaciones de negociación de alta frecuencia representan más de la mitad de las operaciones de los mercados financieros, hay un sistema bancario en la sombra que escapa a controles y regulaciones, etc. En este contexto, las finanzas sostenibles descritas en la nueva normativa europea no prevén obligación alguna de «no perjudicar a la colectividad y la economía real» para aquellos gestores financieros que quieran llamarse sostenibles. Las finanzas éticas, por el contrario, repudian la especulación y están orientadas a la financiación de una economía real capaz de favorecer el bienestar de la sociedad. De entre sus propios valores, las finanzas éticas ponen el acento en el acceso al crédito y la inclusión financiera de los sujetos más débiles. Este es un tema fundamental en esta fase caracterizada por un lado por un exceso de liquidez pero, por el otro y al mismo tiempo, por la exclusión financiera creciente de muchas personas y empresas. Por ejemplo, la burbuja de los créditos subprime que produjo la terrible crisis financiera del 2008 también podría repetirse con las nuevas normas sobre las finanzas sostenibles, mientras que no podría producirse en un escenario hipotético en el que todos operarán siguiendo los criterios de las finanzas éticas.
     
  •  Modelo «de escaparate» vs. modelo «holístico» – El planteamiento de las finanzas sostenibles promovido por la UE se concentra casi exclusivamente en los productos financieros específicos, no en el conjunto de las actividades propuestas por un grupo bancario. Además, por el momento, el ámbito de aplicación afecta únicamente a las actividades de gestión e inversión de productos financieros, no a la concesión de crédito o a otras actividades bancarias. Las entidades que se inspiran en las finanzas éticas, por el contrario, se basan en la coherencia del conjunto de sus actividades. Para quien se dedica a las finanzas éticas, no es admisible ofrecer a su clientela algunos productos sostenibles y otros que dañen el planeta o a las personas – por ejemplo, ofrecer fondos que invierten en las renovables junto a otros que siguen invirtiendo en fuentes fósiles de energía. Las entidades que hacen finanzas éticas ponen la transparencia y la equidad en el centro y valoran todas las inversiones tanto en el plano de los posibles resultados económicos como en el de los impactos sociales y ambientales.
     
  • Modelos de gobernanza: qué papel se da a la transparencia y la participación – La normativa europea no impone requisitos de gobernanza a quien quiere vender sus productos financieros como sostenibles. Según esta normativa, un intermediario financiero puede ser opaco, gestionarse siguiendo el famoso sistema de control de sociedades en cadena a modo de muñecas rusas, eludir impuestos y, aún y todo, publicitar sus productos como «sostenibles». Los gestores de finanzas éticas, por el contrario, tienen una gobernanza y estructuras societarias basadas en la transparencia, la participación de la base social y la clientela, una horquilla máxima de remuneraciones, etc. Las nuevas normas de la UE abordan temas vinculados a la transparencia, pero lo hacen desde una óptica de producto y no tienen en cuenta el comportamiento del agente proponente en su conjunto.
     
  •  Valoración de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG): visión parcial vs. visión de conjunto – En el enfoque de la UE, la sostenibilidad se define casi exclusivamente en función del componente medioambiental. Las finanzas éticas, por el contrario, tienen en cuenta todos los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza del análisis ASG tradicional, así como sus interrelaciones respectivas. Las finanzas éticas parten de la definición de algunos sectores económicos que es necesario excluir de las inversiones (armas, fuentes fósiles de energía, pornografía, etc.), valorando después las empresas que operan en sectores no excluidos en base a una visión global de su impacto. Por ejemplo, en Europa hay quien considera «sostenibles» las inversiones en centrales de gas o centrales hidroeléctricas puestas en marcha tras la construcción de diques que devastan el medio ambiente y ponen en peligro a las comunidades que viven en esos territorios. Para las finanzas éticas, por el contrario, estas inversiones son inaceptables. O aún más, muchos productos financieros vendidos como sostenibles invierten en GAFAM, que se consideran empresas neutras desde el punto de vista de las emisiones de CO2 y, por lo tanto, limpias. En cambio, las finanzas éticas excluyen estas inversiones porque GAFAM no son transparentes en el aspecto fiscal, lo que ocupa un lugar central en la evaluación de su potencial impacto negativo.
     
  • Ejercer presión como grupo financiero vs. educar en una visión crítica de las finanzas – Otra diferencia sustancial es la actividad como grupo de presión que desarrollan las finanzas convencionales, que invierten sumas considerables para condicionar las decisiones de los legisladores, llegando incluso a pedir que se incluya el sector nuclear o algunas inversiones en combustibles fósiles entre las actividades que deben considerarse «sostenibles». Si bien dialogan con instituciones y legisladores, las finanzas éticas se concentran más en actividades de sensibilización de la base, las comunidades y las personas, para hacerles comprender los impactos negativos de unas finanzas orientadas por completo a la maximización de beneficios a cortísimo plazo. Las entidades de las finanzas éticas son además las primeras en pedir la introducción de normas que atajen el casino financiero, como por ejemplo una tasa sobre las transacciones financieras, la separación entre los bancos comerciales y los de inversión, una oposición seria a los paraísos fiscales, un límite al uso de los derivados, etc.
     
  • Mantenimiento del statu quo vs. transformación social – La normativa de la UE no impide que las empresas que venden productos de finanzas sostenibles recurran a paraísos fiscales, adopten políticas de gestión poco equitativas, etc. La normativa no favorece que los intermediarios financieros «sostenibles»  promuevan modelos de gestión más responsables e inclusivos en las empresas en las que invierten. Entre los objetivos de las finanzas éticas, por el contrario, se recurre al compromiso y el accionariado activo para promover comportamientos más éticos en las empresas a fin de producir impactos ambientales y sociales positivos a largo plazo. A través de fondos comunes de inversión ética o en colaboración con organizaciones no gubernamentales, las finanzas éticas se esfuerzan por ser interlocutoras activas de las grandes corporaciones, denunciando públicamente los comportamientos nocivos para las personas y el medio ambiente.

«Banca Etica se une a todas las redes internacionales de finanzas éticas en su valoración positiva de la labor de la Unión Europea para regular e incentivar las finanzas sostenibles» – comenta Anna Fasano, presidenta de Banca Etica -, «pero no podemos menos que señalar que, a fecha de hoy, esta normativa es muy compleja de aplicar y, sobre todo, muy descafeinada. Las diferencias entre lo que nosotros/as entendemos por finanzas éticas y lo que la UE certificará como finanzas sostenibles son muchas. Es útil observar la «genealogía» y, en consecuencia, las dinámicas políticas que han generado las finanzas éticas por un lado y las finanzas sostenibles (según la definición que se está asumiendo) por el otro. Las finanzas éticas aspiran a un concepto de justicia social e inclusión que va mucho más allá de la propuesta de la UE. Conceptos como beneficio, especulación, gobernanza, impacto, incidencia o construcción de la ciudadanía adquieren un significado completamente distinto y configuran un espacio coherente que no se limita a una suma más o menos oportunista de iniciativas concretas, sino que constituyen antes bien una propuesta completa sobre cómo la intermediación financiera debería operar para generar justicia social y bien común.

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