Ugo Biggeri, Presidente de Banca Etica – Andrea Baranes, Presidente Fundación Cultural de Banca Etica
La 21ª Cumbre del Clima se celebrará en París a finales de noviembre. El objetivo de la misma es llegar a un acuerdo universal y legalmente vinculante para mantener el calentamiento global en un máximo de 2 grados. La concentración de gases capaces de alterar el clima y de CO2, en particular, está ya muy por encima de los límites que el planeta puede soportar sin sufrir efectos irreversibles. Aunque se llegara a un acuerdo ambicioso, haría falta considerar la inercia del proceso y los tiempos necesarios para alcanzar una disminución efectiva de dichos gases en la atmósfera.
Por esta razón, cada vez son más numerosos los científicos y observadores que insisten en que el único camino posible es dejar de extraer y conservar bajo de la corteza terrestre buena parte de las reservas de combustibles fósiles descubiertas. Sencillamente, la Tierra no puede sostener la combustión de todo el gas, el petróleo y el carbón existentes. Según ciertas investigaciones, entre el 60 y el 80% de las reservas conocidas y teóricamente disponibles no deberían quemarse si queremos tener una posibilidad de mantener el calentamiento global en el límite de los 2ºC [CarbonTracker, “Wasted Capital and stranded assets”. Disponible en www.carbontracker.org/report/wasted-capital-and-stranded-assets/].
Pero existe un problema: las finanzas. Las finanzas y la bolsa gobiernan cada vez más la economía, pero no parecen capaces de gestionar positivamente temas con efectos a medio y largo plazo. No pueden hacerlo estructuralmente porque continúan razonando sobre resultados muy cortoplacistas y porque prosperan apostando por rendimientos futuros.
La cotización en bolsa de las empresas del sector de los combustibles fósiles está ligada al nivel de reservas que tienen a su disposición. Dichas empresas dictan al mercado unas determinas reservas de barriles de petróleo, cuya extracción y comercialización garantizan durante un determinado periodo. Las reservas tienen un valor económico que queda reflejado directamente sobe el valor de dichas empresas y su cotización en bolsa. Si se decidiera que buena parte de dichas reservas se dejan de extraer y que permanecerán bajo tierra, caería el valor de las empresas del sector, es decir, su cotización en bolsa. En inglés se habla de stranded assets, el equivalente a “activos no recuperables”.
El impacto en cascada recaería sobre los fondos de pensiones, fondos de inversión y otras formas de ahorro invertidos en dichas sociedades.
El sector petrolífero capitaliza una media del 10% de las bolsas, sin considerar los sectores estrechamente relacionados como el transporte de energía. En conjunto, estamos hablando de una porción más que relevante de las bolsas mundiales. Un estudio señala que las pérdidas potenciales (para mantener el calentamiento mundial en 2ºC) se estima en 20.000 billones de dólares [Capital Institute, “The Big Choice” ] . Una cifra equivalente a la capitalización de la mayor bolsa del mundo, Nueva York. Sobre el cambio climático, con el silencio cómplice de los medios de comunicación, se está jugando una partida de dimensiones de Wall Street. ¿Podemos permitirnos otra crisis financiera? Sí para el futuro del planeta, pero quizás no para el futuro inmediato.
No es casualidad que algunas de las mayores compañías petrolíferas del planeta, entre ellas la italiana ENI, hayan propuesto su solución para París, como “To introduce carbon pricing systems”, es decir, fijar un sistema de precios para el carbono. Una determinada cantidad de emisiones tendría un determinado coste, lo que incentivaría a emitir menos y a buscar soluciones limpias. Sin entrar a analizar las enormes críticas que merecen los actuales mecanismos de compra-venta de emisiones ni a observar lo ineficaz que ha sido establecer cualquier límite, no se sostiene de manera alguna la presunta solución de las grandes empresas del petróleo.
No sólo no se debate el tema de las reservas, sino que se asienta el principio de que quién contamina paga a quien menos contamina, o lo que es lo mismo: quien paga puede contaminar. Se requiere un esfuerzo real de fantasía para defender que el actual sistema financiero, uno de los principales problemas para alcanzar un acuerdo vinculante sobre el cambio climático, pueda constituir una solución.
¿Cómo podríamos aceptar que la ley del mercado sustituya la responsabilidad política e institucional en la gestión de un bien público global como es el clima? Si empujamos al paroxismo la ideología que afirma que cualquier actividad, bien o servicio debe ser valorado exclusivamente en términos de precio, habrá una demanda y una oferta de CO2, y la mano invisible del mercado hará el resto. En una carta a los medios de comunicación, las empresas del petróleo llegan a afirmar que “las fuerzas del mercado serán las que trabajen para reducir la emisión de carbono” [“Letter on the role of gas and carbon pricing to the media”, publicada en junio de 2015 en la web de ENI, disponibile en: http://www.eni.com/en_IT/media/press-releases/2015/06/Oil_and_Gas_majors_call_for_carbon_pricing.shtml]
Es inadmisible pensar que una tarea tan básica y fundamental de las instituciones políticas y del conjunto de la sociedad como es un acuerdo ambicioso y vinculante se deje en manos del mercado. Es inimaginable que los Estados se retiren para dejar manos libres a los mercados financieros, en particular, cuando hay que hablar de medioambiente y cambio climático.
Por ahora los mercados financieros han hecho todo lo posible por ignorar el cambio climático, por negarlo y hasta por menospreciarlo… Con una excepción: repentinamente han admitido que existe el cambio climático y… que es demasiado tarde. ¡Vamos ya por la 21ª conferencia sobre el clima! ¿Cómo podemos creer que el mercado nos va a salvar en el futuro?
El camino debería ser diametralmente opuesto: No solo hay que abandonar los mecanismos financieros tóxicos y peligrosos, sino redimensionar el papel global de las finanzas y no dejar que estas amenacen nuestro futuro y nuestros derechos. ¡Como individuos podemos hacer algo! En primer lugar, asegurarnos de que nuestros ahorros no se traduzcan en acciones cuyo valor dependa de cuánto combustible fósil se queme en los próximos años. Ya se han puesto en marca muchas campañas para desinvertir en dichas empresa. [Para información sobre la campaña Divest Italy: http://www.divestitaly.org]
Y luego tenemos que hacer oír nuestra voz. [Muchas organizaciones de la sociedad civil se han unido de cara a la celebración de la Cumbre del Clima en París. Info: http://www.coalizioneclima.it]
Unos mercados financieros que ya han previsto y valorado todas las reservas existentes en el planeta, las han cotizado y las han vendido en bolsa pretenden ahora imponer su solución a los gobiernos y ciudadanos de todo el mundo. Esos mercados, en la práctica, ya han puesto precio y vendido nuestro futuro. O mejor dicho, uno de los posibles futuros. Un futuro que no solo no queremos, sino que ni siquiera nos lo podemos permitir. Por ello, si no queremos que la Cumbre de París sea un fracaso, debemos elegir. La cuestión es si serán más importantes las cotizaciones en bolsa o nuestra existencia en la Terra.
¡La bolsa o la vida!
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