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Semillas de transformación: Eticall Summer School 2025

Semillas de transformación: Eticall Summer School 2025

Semillas de transformación: Eticall Summer School 2025

Artículo escrito por Inés McKechnie Charle

Salía el sol a las 6:54 de la mañana el 19 de julio, y estábamos sentadas en la T4 del aeropuerto  Barajas, en Madrid, esperando al avión destino Florencia.  Cinco personas de Jóvenes por Fiare España que, con algo de sueño, nervios y muchas ganas, emprendíamos camino para vivir tres días de aprendizaje, reflexión y comunidad en el Eticall Summer School.

Realmente despertamos por el viento en la cara y la imagen mágica de la Toscana desde la ventanilla del coche. Marco, integrante de Banca Ética, vino a recogernos para llevarnos a Aia Santa, un lugar que rápidamente descubrimos que era mucho más que una sede para el encuentro. Nos contaba que Aia Santa es una comunidad que acoge a personas migrantes o en situación de vulnerabilidad, y que funciona como un espacio de resistencia práctica contra el sistema capitalista: aquí se priorizan los cuidados, la familia, la comunidad y la ética. En ese marco, nació este summer school – una iniciativa conjunta entre Banca Ética, Etica SGR, GenÉtica y Jóvenes por Fiare – para reunir a 35 jóvenes de España e Italia comprometidos con las finanzas éticas y con el deseo de repensar colectivamente el papel de la ética en nuestras economías.

Nada más llegar, comimos una deliciosa comida toscana y nos adentramos en las primeras sesiones. Escuchamos a Teresa Masciopinto, presidenta de la Fondazione Finanza Etica, y Simone Siliani, Director de la Fondazione Banca Ética, quienes definieron el marco conceptual desde el que partiríamos los siguientes días. Nos hablaron de los dilemas reales a los que se enfrentan hoy las finanzas éticas, de cómo sostenerlas y hacerlas crecer sin perder el foco. Ugo Biggieri, cofundador de Aia Santa y coordinador europeo de la Global Alliance for Banking on Values, nos ayudó a repensar el concepto de “prosperidad”, desmontando el imaginario colectivo que loa asocia únicamente al beneficio económico. La prosperidad no es crecimiento infinito, ni acumulación, es dignidad, cuidado y justicia. Esa noche, frente a una hoguera, rodeadas de música, buena conversación y nuevas amistades, ya sabíamos que este encuentro nos dejaría huella.

El segundo día fue un auténtico maratón de aprendizajes. Por la mañana abordamos cuestiones fundamentales de finanzas con Federica Ielasi, y entramos en un terreno denso y necesario: justicia ambiental y climática. Sara Segantini, periodista y activista, nos invitó a conectar con nuestras emociones para abordar la crisis ecosocial desde la empatía, la equidad y la conexión. Hablamos de la desigualdad entre norte y Sur global, del colapso, y de cómo el cuidado también es una estrategia política. Poco después, participamos en una conversación íntima con Irene Ghaleb y Lorenzo Tecleme, jóvenes periodistas que han asistido a varias Cumbres del Clima (COPs). Sus relatos nos recordaron la multiplicidad de voces, estrategias y tensiones en la lucha climática internacional. Nos hablaron con franqueza de las tensiones, las tácticas y los aprendizajes que se llevan de esos espacios, recordándonos la importancia de no idealizar, pero tampoco rendirse.

Tras otra comida difícil de olvidar, llegó Leonardo Boncinelli, profesor en la Universidad de Florencia, a sacudirnos de nuevo. Con juegos y dinámicas, nos mostró cómo la gamificación puede ser una herramienta real para la participación ciudadana y para imaginar soluciones colectivas a los retos sociales y ecológicos. Y como si no fuera suficiente, esa noche vimos Food for Profit, un documental que no solo muestra la brutalidad hacia los animales en la industria cárnica, sino todo el sistema que mueve los hilos: lobbies de la industria cárnica presionando en Bruselas, la explotación laboral de personas migrantes y los impactos ambientales irreversibles.

Con el cuerpo más lento pero las ideas aún bullendo, empezamos el tercer día con una pequeña ruta por la Toscana para conocer experiencias educativas rurales inspiradas en Don Milani y  de la mano de Don Armando Zappolini, aprendimos sobre  pedagogías comunitarias y transformadoras. Más tarde, conocimos el proyecto Rondine, gracias a Alena___ y Bind___, dos jóvenes participantes del programa, que nos contaron cómo es convivir durante un año con otras personas que también vienen de países con conflictos activos. Sus relatos fueron perfectos  ejemplos de cómo la convivencia puede ser una vía real hacia la transformación de conflictos.

Esa tarde tuvimos el privilegio de escuchar a Anna Fasano, expresidenta de Banca Ética, y a Mario Carlizzi, presidente actual de Etica SGR. Nos hablaron del marco europeo, de cómo presionar desde dentro para democratizar las finanzas, y del equilibrio entre el compromiso ético y las estructuras económicas actuales. Nos hicieron pensar en la escala, en los límites, y en las posibilidades reales de intervención.

Esa noche, las compañeras de Aia Santa nos sorprendieron con pizzas caseras hechas en horno de leña. Entre bocado y bocado, nos escuchamos, compartimos reflexiones y agradecimos todo lo vivido. Estábamos agotadas, pero felices. Teníamos la sensación de que no  queríamos que se acabara.

¿Y qué conecta todo esto – la ética animal, la crisis climática, los juegos educativos, los sistemas alimentarios y la mediación de conflictos? Que ninguna de las estructuras injustas que dominan el mundo actual podrían sostenerse sin el respaldo de los bancos comerciales. Por eso, el papel de las finanzas éticas es central: necesitamos comprender las estructuras que mueven el mundo para transformarlas desde dentro, hacia modelos más justos, equitativos y regenerativos, tanto para las personas como para el planeta.

Más allá del contenido de las sesiones, surgieron conexiones y reflexiones que tejimos entre  las personas participantes y el equipo organizativo. Nos llevamos conocimientos, sí, pero sobre todo nos llevamos el recuerdo de haber habitado un espacio donde la coherencia entre valores y acción no solo es posible, sino real. Nos fuimos con la certeza de que otra economía ya existe, y  con la responsabilidad de seguir construyéndola juntas. Nos vamos con el corazón lleno, y dejamos allí una parte del nuestro, como quien planta una semilla sabiendo que crecerá en buena tierra. A Aia Santa, y a todas las personas que muestran que las finanzas éticas pueden ser motor de una transformación real: gracias por tanto.