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Etica e cooperativa

Para detener la economía del terror

Por Ugo Biggeri – Presidente de Banca Popolare Etica

Existe una delgada línea roja que une los irracionales atentados de París, la guerra del ISIS con la filosofía económica y las bolsas.
Para demostrarlo hay que plantearse preguntas, quizá a partir de la página 8 del periódico italiano Sole24ore del 16 de noviembre. Se trata de una página dedicada a las fuentes de financiación del ISIS, estimadas en unos 700 millones de euros anuales de ingresos de distintos orígenes: donaciones 6%, intereses internos 14%, saqueos 14,5% y petróleo 65,5%.

De estos orígenes, dos (el petróleo y las donaciones, que suman el 70%) dependen en buena parte del intercambio económico financiero con el resto del mundo. El ISIS no solo saca al mercado entre 50 y 100 millones de barriles al año (un volumen difícil de disimular), sino que ello conlleva pagos de sumas ingentes y transferencias financieras de notables volúmenes de los compradores.

Detrás de todo ello no hay un complot. Es la normalidad. Cada día compramos productos que no sabemos, o no somos capaces de saber, dónde se han producido y en qué condiciones sociales y medioambientales. Cada día, nuestro dinero puede estar siendo empleado en el mercado global en el son norma los paraísos fiscales y los sistemas financieros en la sombra, aunque solo sea por el elevadísimo porcentaje de intercambios registrados.

Esta miopía económica y financiera nos anima a condenar al ISIS, pero no nos muestra como el ISIS forma parte del sistema de los intercambios económicos en el que también nosotros participamos. Y no se debe a la casualidad, ni siquiera hay que atribuirlo a la inteligencia del ISIS. Simplemente es consecuencia de la forma en que funcionan las bolsas y la economía mundial.

Valoramos el sistema financiero casi exclusivamente a partir de parámetros de creación de valor económico y permitimos que siga siendo muy opaco con las consecuencias no económicas de sus acciones económicas, con la trazabilidad del origen y la gestión de los bienes o con el seguimiento de los intercambios financieros (aunque están interconectados vía internet). Nuestro sistema económico y, mucho más, el sistema financiero que lo controla, son muy reticentes a valorar la repercusión o el objeto social, ambiental y cultural de las actividades económicas y financieras.

Si los ciudadanos pudieran elegir fácilmente cómo dirigir la economía hacia una futura reducción del cambio climático (por ejemplo, con información sobre la producción de CO2 de instrumentos financieros y bienes) utilizarían esta posibilidad forzando una reconversión ecológica. Si el sistema financiero fuera menos opaco en sus inversiones globales, sin duda podríamos boicotear la financiación del ISIS.

A pesar de la superregulación del sistema bancario, es evidente que continúa faltando una mayor transparencia sobre cómo se mueve el dinero y qué produce. Es un principio de las finanzas éticas que merece ser profundizado.

En caso contrario, continuará siendo más fácil que el ISIS siga gestionando centenares de millones de dólares abonados por su enemigo, que un solo emigrante llegue a Europa.